Viviendo Lo Paranormal.

Invocando a las Animas.

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Como todas las buenas historias, sucedió hace muchos años; ésta pasó en la Hacienda de Cañada Honda, hoy José María Morelos perteneciente al municipio de San Francisco de los Romos, Aguascalientes.
Una mañana como cualquier otra las mujeres de una familia se preparaban para salir de día de campo a un pequeño y verde valle cerca de su casa, descansando así de las labores cotidianas de la semana.
Sara, la mayor de las tres hermanas, alistaba su canasta con la comida que iban a llevar (condoches de azúcar y de sal (panes típicos de la región) , nopalitos con huevo, frijoles refritos y tortillas recién hechas a mano; Toña, se encontraba en el establo ordeñando una vaca para llevar leche fresquecita y darle de esta a los hijos pequeños de Soledad, la menor. Antes de salir preguntaron a Catarino, esposo de Soledad, dónde había un buen lugar para poner su mantel y además que fuera seguro para los niños?. Este les dijo que sabía de un potrero por el rumbo del panteón, como a dos kilómetros de la casa, pero les advirtió que se tenían que llevar a los perros de la casa porque era un lugar muy solitario y si algo pasaba éstos ahuyentarían a cualquiera.
Las hermanas agarraron sus cosas, a los niños y emprendieron su camino, iban muy felices platicando chismes del pueblo (ya saben, que fulana se fue con el novio, que a Don Panchito le robaron un caballo, que la esposa del señor doctor anda con el ayudante del padre, y cosas así) ; cuando ya llevaban casi caminado la mitad del viaje, justo cuando iban cruzando un arroyo ya seco por la falta de agua en ese lugar, del cual contaban que ahí se aparecía la llorona, Sara mencionó que cuando había ido a llevar a Juanito con la hierbera para que lo curara de un mal de ojo que le había hecho una vecina, ésta le conto que cuando quisiera algo muy fuerte había un conjuro para éstos casos y que era tan poderoso que nunca fallaba, -¿cómo es ésto?, preguntó Sara y la bruja le dió santo y seña de como hacerlo. Toña que era la más aventada le dijo a Sara que deberían de hacerlo ese día que estaban solas, porque cuando iban los maridos no las dejaban hacer nada emocionante; pero Soledad al escuchar esto bajó a Coco de sus brazos, su hija de un año, y regañó a las dos por estar diciendo esas cosas y les mencionó que nunca más lo dijeran porque esa era cosa mala y algo podía pasar.
Cuando por fin llegaron a su destino, escogieron un gran sauce llorón que les diera una buena sombra para tender su mantel y acomodar las cosas de la comida, Soledad puso a Coco en una cobija y Cuca, hija mayor de Soledad, se fue a inspeccionar el lugar junto con Pedro y Carmen, estos últimos hijos de Sara. Pasaba la mañana muy tranquila y a gusto, cuando ya no tuvieron más cosas que contar las hermanas, Soledad (la que un rato antes había regañado a las hermanas por platicar cosas de brujería) tuvo la curiosidad de saber más acerca del conjuro que le había dicho la bruja a Sara y para que servía específicamente, ésta emocionada comenzó a explicarles que se utilizaba para pedir un deseo y que fuera lo que fuera se le concedía a quién lo hiciera. Esto llamó más la atención de Soledad y le pidió a Sara que le dijera como se hacía y ésta levantándose de donde estaba sentada le conto que tenía que pararse en un cruce de caminos y con todas las fuerzas de su corazón gritar “ANIMA DE LOS CUATRO VIENTOS TU QUE CORRES POR CALLES Y CALLEJONES TE PIDO…” y ahí tenía que decir su deseo, entonces Soledad se levantó, buscó un cruce de caminos y se preparó para gritar con todas sus fuerzas las palabras que acababa de decirle su hermana, y así lo hizo… nada pasó, decepcionada le dijo a Sara que todo era una mentira porque nada sucedía pero ésta le informó que aparte de decir las palabras tenía que pegar con el pie izquierdo tres veces en el suelo; Soledad camino una vez más al cruce de caminos agarró aire de nuevo, gritando esta vez con más fuerza que antes: “ANIMA DE LOS CUATRO VIENTOS TU QUE CORRES POR CALLES Y CALLEJONES TE PIDO QUE HOY ENCONTREMOS UN TESORO” y golpeó tres veces el suelo con el pie izquierdo, al ver que no pasaba nada se regresóa donde estaban sus hermanas y les dijo que nada sucedía, pero esa era lo que ella creía; de repente empezaron a sentir que de algún lugar les aventaban piedritas, escucharon los cantos de un tecolote (algo extraño porque eran las tres de la tarde y éste es un animal nocturno), Coco despertó asustada y comenzó a llorar desconsoladamente, los perros se pusieron agresivos primero entre ellos y luego contra ellas, los otros niños llegaron corriendo asustados diciendo que por donde andaban jugando estaba un hombre de negro el cual les hablaba con la mano,que fueran y ellos al sentir miedo prefirieron escapar. Al escuchar esto las hermanas se dirigieron al lugar donde se encontraba el hombre, y efectivamente, recargado en el tronco de un mezquite estaba parado un charro con traje negro al cual su sombrero de ala ancha le tapaba por completo la cara y solo señalaba con su mano hacia el suelo; entonces Toña, gritando histérica, le dijo a Soledad: -¡ándale, ahí esta el tesoro que pediste!
Como pudieron agarraron sus cosas y a los niños y salieron rápidamente de ahí, huyendo de los perros que cada vez estaban más violentos; en el camino seguían escuchando al tecolote, sintiendo las pedradas y luchando contra un viento inexplicable que salía de repente de la nada. Al llegar al arroyo que unas horas antes habían cruzado observaron con horror que en él se encontraba una señora vestida de blanco con una cabellera larga y negra que le cubría la cara, y sus niños a un lado de ella jugando en la tierra; al igual que su mamá vestían trajes blancos y tenían el cabello negro y abundante; ella con un lavadero de madera puesto en una piedra del arroyo estaba lavando (extrañamente en un lugar donde no había agua desde hacía ya mucho tiempo y más raro aún, las hermanas veían que ella lavaba pero sin agua y ésta se escuchaba que corría por el arroyo). Sara abrazando a sus hermanas, les dijo que sin duda era la llorona, que comenzaran a rezar un rosario para que todo terminara…
Todas juntas siguieron rezando, muertas de miedo buscaron un atajo por donde pasar para evitar acercarse a los entes, llegaron a otro lugar donde se cruzaban los caminos y ahí las hizo detenerse el aullido largo y lastimero de sus perros y un viento tan fuerte que tiró la canasta de la comida que aun llevaban, comenzaron a escuchar el sonido de una carreta, el tropel de los caballos y unos fuetazos iracundos que seguramente lastimaban a las bestias ya que relinchaban con dolor; la buscaron por todos lados, ya que Sara comento que podía tratarse de Chon (el caporal de la hacienda) pero éste nunca apareció; sin embargo sintieron que algo paso junto a ellas como si fuera envuelto en el viento, esto les heló la sangre; al calmarse el aire vieron con miedo que en el suelo estaban marcadas las ruedas de la carreta y las herraduras de varios caballos, voltearon hacia donde iba el aire y observaron que sobre una nube de polvo se asomaba el mismo sombrero que habían visto en el hombre del mezquite y alcanzaron a escuchar una risa macabra y gutural.

Como ya estaban muy cerca de la casa corrieron asustadas junto con sus perros, que más que violentos ya se encontraban nerviosos, rezando no solo un rosario sino todas las oraciones que se sabían. Al llegar a la puerta, vieron que en la sala se encontraba el párroco conversando con los hombres de la casa y de inmediato le contaron lo que acababa de sucederles y éste entre asustado y molesto las regañó severamente aunque también agradeció que estuvieran con bien, ya que, les explicó, lo que acababan de hacer no era otra cosa que invocar al mismísimo demonio y la carreta era el transporte que usaba para llevarse sus almas. Agrego que lo único que las había salvado era la fe con la que habían rezado y la infinita misericordia de dios a la que habían acudido.
Después de regaños y abrazos por que estaban bien, salieron a despedir al padre y se dieron cuenta que en la calle toda la gente se encontraba fuera de sus casas extrañada por lo que acababa de pasar; Toña se acercó a la muchedumbre para preguntar qué pasaba? y Doña María le dijo que un viento fuerte había retumbado en puertas y ventanas, doblando los arbustos casi hasta el suelo y después de esto se escuchó un lamento largo y agudo que le puso la carne de gallina, salió de su casa al oír tal cosa y vio al igual que todos los habitantes de la hacienda como un hombre de negro y una mujer de blanco iban encima de una carreta que iba a toda velocidad y la que se lamentaba era ella, pero por la rapidez con la que iban en un instante se perdieron del pueblo en las lejanías del campo para jamás volverse a ver, al menos hasta que alguien haga el conjuro otra vez… te atreves?




ABUNA DI BISHEMAYA
Sara Soledad Muñoz García (SOL)